Artemisia Gentileschi

Artemisia Gentileschi (Roma 1593 – Nápoles 1654)



Considerada por muchos como la primera mujer pintora de la historia, fue una de las grandes artistas del barroco italiano, a pesar de caer en el olvido, en etapa posterior a su muerte. El mérito que ostenta se debe a que fue una de las pocas mujeres de este período que trabajó y vivió como artista, y la primera en ingresar en la Academia de Dibujo de Florencia.
Hija del pintor Orazio Gentileschi, su introducción en el mundo del arte fue muy temprana. Ello le permitió conocer a Caravaggio, el cual influenció grandemente su obra, así como Miguel Ángel y el maestro belga Anthony van Dick. Mantuvo muy buenas relaciones con los artistas más respetados de su tiempo, estuvo bajo la protección del mecenas Cosme II de Médicis y su esposa Cristina, y trabajó como invitada en la corte de Carlos I de Inglaterra. Entre las ciudades en que vivió se encuentran Roma, Venecia, Florencia, Nápoles, Génova y Londres.

Su obra se caracterizó por los temas históricos y religiosos, los retratos y las alegorías, todos ellos con una marcada presencia de la heroína. Hizo énfasis en el desnudo femenino. Lejanas a los estereotipos y cánones de belleza, sus monumentales figuras se corresponden con mujeres maduras y de gran realismo. Susana, Judith, Betsabé, Magdalena, Lucrecia y Cleopatra, entre otras a quienes representó, tenían un origen bíblico o histórico. Sin embargo, las dotó de una fuerza de espíritu, que en ocasiones se cree tuvo que ver con su experiencia personal.

A los diecisiete años, en el taller de su padre, firmó su primera obra Susana y los Viejos (1610). Desde este momento incorporó y difundió el tenebrismo de Caravaggio. Tanto a sus piezas como a las que modificó o retocó de su padre, Artemisia les imprimió su pasión por el dibujo, y la atmósfera dramática, los efectos teatrales y el marcado claroscuro, proveniente del maestro del barroco italiano. Ello marcó el estilo de la artista en sus mejores cuadros (Judith decapitando a Holofernes, 1614-1620). Su paleta se fortaleció con el empleo de intensos colores, y del dorado que incorporó en su estancia en Venecia.

A pesar de que su trabajo fue, en gran parte, destruido, y en la actualidad se cuentan con cerca de cuarenta piezas que pueden ser atribuidas con certeza a Artemisia, sus cuadros se encuentran en muchas de las grandes colecciones y museos a nivel mundial: Galería Uffizi en Florencia, Detroit Institutut of Arts, Metropolitan Museum of Art en New York, Museo de Capodimonte en Nápoles, Museo del Prado en Madrid, El Escorial, Colección Schönborn en Pommersfelden, entre otros.
Hacia las dos últimas décadas de su vida, la pintora se interesó por otros estilos como el clasicismo. Las obras de esta época demuestran su potencial para renovarse según los gustos artísticos de su tiempo. Su reconocimiento lo logró por el número de géneros pictóricos que abarcó y la maestría con que lo hizo en un período en el cual la mujer estuvo tan limitada.

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