Salvador Dalí



El pintor español Salvador Dalí nació un 11 de mayo de 1904 en el seno de una familia burguesa, hijo de un abogado y notario, su madre Aleja Felipa Domenech Ferrés fue un estímulo para las inclinaciones artísticas de Dalí. A los cinco años sus padres lo llevaron a la sepultura de su hermano y le dijeron que él era una reencarnación, una idea que el mismo Dalí llegó a creer. Tiempo después escribiría: "A los tres años quería ser cocinero. A los cinco quería ser Napoleón. Mi ambición no ha hecho más que crecer y ahora es la de llegar a ser Salvador Dalí y nada más. Por otra parte, esto es muy difícil, ya que, a medida que me acerco a Salvador Dalí, él se aleja de mí"

Dalí descubre la pintura contemporánea en 1916, durante una visita familiar a Cadaqués, es ahí donde conoce a la familia de Ramon Pichot, un artista local que viajaba con frecuencia a París, la capital del arte del momento, poco tiempo después su padre lo envía a clases de pintura con el maestro Juan Núñez. Un año más tarde, su padre preparó una exposición de sus dibujos al carboncillo en la casa familiar, con apenas 14 años Dalí participó en una exposición colectiva de artistas locales en 1919 en el teatro municipal de Figueres y en otra en Barcelona, auspiciada por la Universidad en la que recibió el premio Rector de la Universidad.


En 1919 deja su Cataluña natal y se instala en Madrid, ingresa en la Academia de Bellas Artes y sostiene una amistad con el gran poeta granadino Federico García Lorca y del futuro cineasta surrealista Luis Buñuel, de quien sin embargo se distanciará definitivamente en 1930. En Madrid adopta un extraordinario atuendo, lleva los cabellos largos, una corbata desproporcionadamente grande y una capa que arrastra hasta los pies, algunas veces viste una camisa azul celeste, adornada con gemelos de zafiro, se sujeta el pelo con una redecilla y lo lustra con barniz para óleo, por lo que resulta casi imposible que su presencia pase desapercibida.


En el año 1922, Dalí se alojó en la Residencia de Estudiantes de Madrid, para iniciar sus estudios en la Academia de San Fernando de Bellas Artes. Dalí enseguida llamó la atención por su carácter de excéntrico. Llevaba una larga melena con patillas, gabardina, medias y polainas al estilo de los artistas victorianos. Sin embargo, fueron sus pinturas, en las que Dalí tanteaba el cubismo, las que llamaron la atención de sus compañeros de residencia, entre los que se incluían futuras figuras del arte español, como Lorca, Pepín Bello o Buñuel. En aquella época, posiblemente Dalí no comprendiese completamente los principios cubistas, sus únicas fuentes eran artículos publicados en la prensa y un catálogo que le había dado Pichot, puesto que en el Madrid de aquella época no existían pintores cubistas.


En 1927 viaja por primera vez a París, pero se instala en la capital francesa en 1928 y se une al grupo surrealista que lidera el poeta André Breton. Este último terminará expulsándolo del movimiento años más tarde, en una memorable sesión de enjuiciamiento a la que Dalí compareció cubierto con una manta y con un termómetro en la boca, fingiendo estar aquejado de fiebre y convirtiendo así el opresivo juicio en una ridícula farsa.


En 1931, Dalí realizó una de sus obras más célebres, "La persistencia de la memoria" (Los relojes blandos) obra en la que según algunas teorías ilustró su rechazo del tiempo como una entidad rígida o determinista. Esta idea se ve respaldada por otras imágenes de la obra, como el extenso paisaje, o algunos relojes de bolsillo devorados por insectos. Los insectos, por otra parte, formarían parte del imaginario daliniano como una entidad destructora natural, y tal como nos cuenta en sus memorias venía determinada por un recuerdo de infancia.


Dalí regresa a España en 1948, instalándose nuevamente en Port-Lligat y encontrando en el régimen del general Franco muchas ventajas. El gobierno incluso declaró aquel rincón catalán que tanto fascinaba al pintor "Paraje pintoresco de interés nacional". Para muchos historiadores del arte lo mejor de su obra ya había sido realizado y, sin embargo, aún le quedaban por delante 40 años de caprichosa producción y de irreductible endiosamiento y exhibicionismo, con apariciones públicas del estilo de la que protagonizó en diciembre de 1955, cuando se personó en la Universidad de la Sorbona de París para dar una conferencia en un Rolls Royce repleto de coliflores. En vida del artista incluso se fundó un Museo Dalí en Figueras; ese escenográfico, abigarrado y extraño monumento a su proverbial egolatría es uno de los museos más visitados de España.


El fin de la guerra abrió para Dalí una nueva etapa artística, caracterizada por el virtuosismo técnico y el recurso a ilusiones ópticas, así como al imaginario de la ciencia o la religión. Su acercamiento al catolicismo se fue haciendo más marcado, influido por la conmoción causada por la bomba de Hiroshima y el amanecer de la era nuclear. El mismo Dalí denominó esta etapa de su arte como el período místico-nuclear. Su intención al parecer era ser la síntesis de la iconografía cristiana con imágenes en descomposición relacionadas con la física nuclear, como se desprende de obras como "Crucifixión (Corpus Hypercubus)". Bajo la clasificación de "misticismo nuclear" se incluyen también "La gare de Perpignan"(1965) y "El torero alucinógeno"(1968-1970). En 1960, Dalí comenzó a trabajar en un teatro y museo personal, levantados sobre su casa natal en Figueres, fue el mayor de sus proyectos individuales y a él dedicaría buena parte de sus energías hasta 1974. Incluso más adelante, a mediados de los 80, realizó algunas reformas en el edificio.


Con una larga vida, fuertemente consagrada a torturar la materia y las obras con los frutos más perversos de su feraz imaginación, se mantuvo igualmente fiel a un paisaje deslumbrante de su infancia: Port-Lligat, una bahía abrazada de rocas donde el espíritu se remansa, ora para elevarse hacia los misterios más sublimes, ora para corromperse como las aguas quietas. Místico y narciso, Salvador Dalí, quizás uno de los más importantes pintores del siglo XX, convirtió la irresponsabilidad provocativa no en una ética, pero sí en una estética, una lúgubre estética donde lo bello ya no se concibe sin que contenga el inquietante fulgor de lo siniestro. Dalí exhibió de una manera provocativa todas las circunstancias íntimas de su vida y de su pensamiento.

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