Bartolome Esteban Murillo

 En la pintura barroca española, uno de sus mayores exponentes fue Bartolomé Esteban Murillo un pintor español del siglo XVII (Sevilla, 31 de diciembre de 1617 – Cádiz, 3 de abril de 1682), quien obtuvo fama por sus cuadros de vírgenes con niño e inmaculadas.
Juan del Castillo, artista respetado de Sevilla, fue su mentor en el taller que este artista tenía, y en el cual Murillo resaltó entre sus discípulos. De su madre María Pérez Murillo –queda huérfano con solo 10 años- tomó el apellido para firmar sus obras. Siendo un adolescente de 14 años, ya pintaba algunos cuadros o hacía bocetos para las comunidades religiosas.
Decidido, a los 22 años establece un taller de pintura barata que le permite vender en ferias, demuestra un dominio de la pintura flamenca y gana buen dinero –Sevilla era una importante urbe comercial-, pero el artista aspiraba a mucho más.
Signado por la desgracia, cuatro de sus hijos murieron en manos de la epidemia de la peste que azotó a España. A partir de unos encargos para la Catedral de Sevilla, es que comienza a especializarse en los temas religiosos, y se destaca como creador de tipos femeninos e infantiles.
Funda en Madrid junto a Herrera del Pozo la Academia de Pintura -entre 1658 y 160-, el espacio propicio para compartir con pintores como Velásquez, Zurbarán y Alonso Cano. Época en la que recibió importantes encargos para el Monasterio de San Agustín, la Iglesia del Convento de Capuchinos de Sevilla y el Hospital de la Caridad.
Entre sus obras más importantes están: La muchacha con flores, la serie Parábolas del hijo pródigo, a la cual pertenece Desposorios de Santa Catalina, la cual no pudo concluir porque murió tras un accidente durante su ejecución. Sus restos descansan en algún lugar, debajo de la Plaza de Santa Cruz.
Fue un hombre muy querido y respetado por todos, fe de ello se recoge en poemas que hicieron oda tanto a su obra como a su persona. Calles, plazas y jardines llevan su nombre en Sevilla, un museo-monumento y hasta una estatua en bronce del artista se erige majestuosa en la Plaza del Museo de Bellas Artes de la ciudad.
Su pintura se identificó por un gran realismo, pues abordaba temáticas sociales y de estética naturalista, costumbrista, como las escenas de los niños mendigos o la infancia de Cristo. También se caracterizó por una obra de gusto burgués y aristocrático.
Su obra cobró gran fama en los siglos XVIII y XIX, de ahí que sus obras están dispersas por todo el mundo. Arrasado por el impresionismo y la fuerza de la obra de Velásquez, su arte recobra valor a partir de la década del 80 del siglo XX.

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